Berlín, 26 jun (dpa) – Con gritos marciales, los hombres salen a escena al ritmo de golpes de timbales. En el fondo, se ven dos construcciones rojizas con rejas en las ventanas. El público está sentado sobre una tribuna de madera. Detrás de los visitantes, hay controles de seguridad y vistas de una prisión que seguramente no son habituales para la mayoría.
Durante unos 100 minutos, el patio del establecimiento penitenciario Tegel en Berlín se convierte en escenario de talentos inesperados. Los presos son los intérpretes ovacionados y los visitantes aprecian la presentación de un grupo de diferentes nacionalidades y personalidades, unido por las ganas de actuar.
«Siempre nos llama la atención encontrar tanta creatividad y tanto potencial en la cárcel», dice la directora de producción Sibylle Arndt, del grupo teatral carcelario berlinés «Aufbruch».
El proyecto existe desde hace 25 años y es, según el Archivo Alemán de Pedagogía Teatral, el grupo teatral de este tipo más conocido en Alemania.
La meta es lograr «un encuentro libre de prejuicios entre el afuera y el adentro», comenta Arndt. «Incluso si los espectadores vienen por voyeurismo, se dan cuenta de que aquí se trata de personas que presentan un logro».
Tras casi diez años de pausa, el grupo volvió a actuar al aire libre, presentando «Die Hermannsschlacht» (La batalla de Hermann), de Christian Dietrich Grabbe (1801-1836). El drama trata de una batalla histórica del año 9 después de Cristo entre el príncipe querusco Hermann (Arminio) y el Ejército romano comandado por Varo.
Para el trabajo con textos ambiciosos como por ejemplo «La tempestad» de William Shakespeare es requerida la experiencia de vida los actores. «Vamos hablando», describe el director Peter Atanassow el trabajo con este grupo especial. «Nunca sabemos a dónde nos llevará».
En el caso de «Hermannschlacht» esto lleva a que el texto de Grabbe se mezcle con textos y canciones que provienen de las diferentes nacionalidades de los actores.
El «Padre nuestro» se reza en croata, el príncipe querusco es saludado con la expresión árabe «habibi». «Queremos interpretar conscientemente autores alemanes clásicos como Kleist o Goethe, pero a veces el texto debe reducirse o adaptarse», explica el dramaturgo Hans-Dieter Schütt. «Tenemos que estar alerta, para que los chicos no pierdan las ganas».
Y parece que lo logran: Horst participa por décimo tercera vez. Para Paul, es el cuarto proyecto. «Tuve miedo durante el estreno», reconoce por su parte Hussein, de 27 años, que participa por primera vez. «Por un momento me olvido de que estoy preso», describe su sensación. «Simplemente eres como eres».
Disciplina, concentración, disposición a integrar un equipo y a confiar en los demás son las características que los directores exigen a los presos. Para ellos no es fácil. Incorporar estos comportamientos es clave en prisión para prepararse para la salida y, en el mejor de los casos, para una vida lejos del delito.
También la pedagogía teatral tiene un papel importante en la resocialización. «No es una terapia social, pero uno aprende otra cosa», señala Britta Klabunde, directora de la sección de trabajo social de la prisión berlinesa. Por eso vale la pena el esfuerzo de invitar a espectadores externos, añade.
Así, un recluso que hasta ahora no hablaba alemán dice un monólogo sobre el escenario. «Los hombres no solo cometieron errores. También tienen recursos», sostiene Klabunde. «Y los espectadores ven que se trata de personas que podrían estar sentadas a su lado en el metro».
Por Marion van der Kraats (dpa)