Kabul, 14 mar (dpa) – Una sola fotografía le delató ante los talibanes en marzo de 2022, cuando estos ya llevaban más de medio año en el poder en Afganistán, al revelarles que había trabajado como traductor para las Fuerzas Armadas alemanas.
«En aquel marzo se hicieron registros domiciliarios», recuerda el que ejerciera como trabajador local para los alemanes, que no quiere hacer público su nombre por miedo a represalias. «Por eso escondí mis documentos», explica.
Sin embargo, los talibanes encontraron aquella foto, que demostraba que había trabajado en el norte del país para la Bundeswehr hasta 2006. Por aquel entonces, estaba convencido de que las cosas mejorarían en su país.
Hoy, este padre de familia tiene que vivir con el miedo constante a ser detenido, cambiando de manera constante su lugar de residencia. Apenas ve ya a sus hijos. Cuenta que, desde ese primer registro en su casa, los talibanes le han encarcelado en dos ocasiones, golpeándolo con armas y barras de metal.
Un informe de la organización de derechos humanos Rawadari difundido en enero estableció que los talibanes han detenido arbitrariamente a numerosas personas desde que tomaron el poder en agosto de 2021, entre ellas periodistas, activistas de derechos humanos o empleados del anterior gobierno.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, por su parte, subraya que el programa de acogida de los colaboradores locales está en marcha desde 2013, pero que la demanda era mucho menor hasta la llegada de los talibanes al poder.
Según cifras del citado ministerio, hasta ahora han llegado a Alemania 4.100 extrabajadores locales y 2.600 desde el inicio del actual gobierno del canciller Olaf Scholz.
Sin embargo, el actual procedimiento de admisión no se aplica al personal local que trabajó para el gobierno federal antes de 2013, lo que afecta a personas como el extraductor, ahora atrapado porque él y su familia no consiguieron escapar en los caóticos días posteriores a la caída de Kabul.
El hombre, de voz tranquila, recuerda con cariño a sus colegas alemanes, a los que describe como «honestos y fiables». Aún así, se siente abandonado por el gobierno alemán, a pesar de que se niega a renunciar a la esperanza de poder dejar Afganistán algún día.
«Las personas que arriesgaron su vida durante años para el gobierno alemán no merecen ser abandonadas», critica Qais Nekzai, de una asociación que busca proteger a quienes fueron trabajadores locales para Alemania. Añade que la organización ya ha perdido el contacto con muchos de ellos.
«Si siguen vivos, no lo sabemos», declara.
Por Nabila Lalee (dpa)