Colonia (Alemania), 12 ago (dpa) – ¿Ya sabe escribir un poco? Pero, claro, asiente la niña: «¿Te lo muestro?». La niña de seis años empieza a garabatear, letra por letra: primero una A, luego una N, después una G y entonces se intuye que al final se leerá «Angela», el nombre con el que se relacionan 16 años de cancillería en Alemania.
Angela, de seis años, ingresó a la escuela este jueves. Ahora va a la escuela primaria en el sur de Colonia. En algún momento, se topará con otros niños de su edad que se llaman Sophie o Maximilian. Esos fueron, según determinó la Sociedad de la Lengua Alemania, los nombres más elegidos por los padres para sus bebés en Alemania el año en que nació, 2015.
Angela realmente se llama Angela por Angela Merkel, la ex canciller alemana. Según relatan, su madre Medea y su padre Ezzat huyeron en 2015 de la guerra civil en Siria hacia Alemania. Como muchos otros también.
Fue el año en que Merkel dijo las palabras «Lo lograremos». Una frase por la que aún hoy en día es venerada por unos y rechazada por otros. En el caso de Medea y Ezzat, está claro: estaban agradecidos con Merkel por su política para con los refugiados.
Poco antes de Navidad, nació su hija y la bautizaron con el nombre de la canciller. «Dijimos: será Angela», dice Ezzat, que mientras tanto trabaja como repositor en un supermercado.
En realidad, este tipo de casos se conocen más de otros contextos. Con estrellas de cine, astros del pop o deportistas. Cuando el corredor alemán oriental de maratón Waldemar Cierpinski ganó el oro en los Juegos Olímpicos de 1980, el comentarista gritó las legendarias palabras «Queridos padres jóvenes o futuros padres, ¡tengan el valor! ¡Llamen Waldemar a sus pequeños nacidos hoy!».
¿Pero el nombre de una política? «Ayudó a mucha gente. Nos ayudó», dice Ezzat, cuando se le pregunta por Merkel. Sigue considerando que la elección del nombre fue correcta.
Ahora Angela, a la que le gusta bailar, ya comienza su escolaridad. Cuando se le pregunta, si la Angela grande es simpática, dice: «Sí». A esa conclusión contribuyó seguramente que recibió correo en el inicio de su escolarización: la oficina de Merkel le mandó una foto de Merkel con un saludo, «Para Angela». Firmado: Angela.
El contacto lo gestionó una pareja de Colonia, que ayuda a la familia voluntariamente a arreglárselas en Alemania. Cuando le entregan la foto, Angela la coloca rápidamente al lado de su mochila. Ahora se ven cuatro rostros: Angela, Angela, Anna y Elsa. Estas últimas son las protagonistas de la película «Frozen» y se pueden ver sobre la mochila. Angela es fan.
Está contenta por ir a la escuela, incluso más allá de la típica bolsa con dulces que se entrega en Alemania el primer día de clase. «Cuando me coma todas las golosinas, seguiré yendo a la escuela», asegura.
De hecho, en los años posteriores a 2015 hubo una y otra vez familias provenientes de Siria, Afganistán o Irak que le pusieron Angela a sus hijas. Hoy en día quedaron un poco olvidadas. La fiesta de Año Nuevo de fines de 2015 marcó para muchos el fin de la cultura de la bienvenida.
Merkel ya no está en el cargo y antes de la política para con los refugiados se agolpan muchos otros temas clave: Rusia, la energía, etc.
Cuando uno está frente a la pequeña Angela, sin embargo, de repente vuelve todo a la memoria. De alguna manera, es parte de la historia alemana. Para Ezzat, Merkel seguirá siendo importante, aunque ya no tenga un cargo. «Se queda aquí», dice y se golpea el corazón.
Por Jonas-Erik Schmidt (dpa)