Fráncfort, 25 dic (dpa) – La crisis por la pandemia de coronavirus aún no ha terminado, mientras que el cambio climático plantea nuevos desafíos al sector del turismo y el tráfico aéreo también en Alemania.
En la actualidad, después de que se registrara un aumento de las reservas de viajes de ocio, la disparada de las infecciones de coronavirus vuelve a generar inseguridad entre quienes quieren tomarse vacaciones.
La federación alemana de agencias de turismo DRV estima que el sector tiene por delante otro «año difícil». En el segmento del transporte aéreo, las aerolíneas de bajo costo y de red se preparan para una competencia más feroz.
La DRV cifra las pérdidas en facturación de las oficinas de turismo y organizadores de viajes en unos 24.000 millones de euros (casi 27.000 millones de dólares) desde el inicio de la pandemia en la primavera europea de 2020.
De acuerdo con el presidente de la DRV, Norbert Fiebig, la inseguridad que conlleva la situación hace los cosumidores vuelvan a ser más cautos a la hora de tomar decisiones respecto a las reservas.
Si bien el sector mira con optimismo hacia el próximo verano europeo y espera volver a acercarse al nivel de facturación previo a la pandemia, Fiebig aclara que se «espera contar con una recuperación sostenible para la industria del turismo no antes de 2023».
Los agentes de viajes parecen haberse preparado para la pandemia y ofrecen, por ejemplo, ofertas especiales o exclusivas para personas vacunadas o recuperadas (lo que en Alemania se conoce como regla «2G»), así como tarifas flexibles. Esto permite a los clientes cambiar su reserva o cancelarla hasta dos semanas antes del inicio del viaje pagando un cargo adicional.
A su vez, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) duda cada vez más de la efectividad de las restricciones a los viajes, que en su opinión no evitaron las nuevas olas de contagios en los últimos meses pero causaron gran daño a la industria de la aviación.
«El riesgo no proviene del tráfico aéreo, el riesgo está en la sociedad», sostuvo el presidente de la IATA, Willie Walsh.
En otro orden, el problema del cambio climático es un asunto complejo para la industria de los viajes, ya que los vuelos, cruceros y excursiones en coche contribuyen al aumento de las emisiones nocivas de dióxido de carbono (CO2).
«Tendremos que centrarnos en el talón de Aquiles de los viajes: las emisiones de gases de efecto invernadero», comentó el presidente de la asociación alemana Fiebig.
La entidad propone, entre otras cosas, dotar todos los viajes con una marca rastreable de CO2 para que los turistas sepan antes de hacer su reserva qué huella ecológica causará su viaje. También aconseja informar a lo clientes qué se hace por reducir estas emisiones y qué posibilidades hay de compensarlas.
El tráfico aéreo se encuentra ante un dilema, ya que no hay alternativas tecnológicas a los enormes motores que hacen falta para hacer despegar aeronaves de hasta 350 toneladas como el nuevo Boeing 777X.
Mientras que Airbus anunció un jet para tramos cortos con pila de combustible para 2035, el fabricante Boeing sigue apostando a los motores a combustión y al combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés).
Ya en la actualidad, las grandes aerolíneas de todo el mundo se disputan las cantidades reducidas de este combustible, dado que cada vez más clientes, en especial los de negocios, demandan vuelos climáticamente neutrales.
La aerolínea alemana Lufthansa, por ejemplo, se aseguró para tres años un depósito de SAF por el valor de 250 millones de euros, lo que por otra parte alcanza para apenas unos 100 vuelos transatlánticos. Esto equivale al millaje de servicios aéreos en un solo día.
El «sustainable aviation fuel» (SAF) es producido actualmente más que nada con biomasa en base a aceites vegetales y comestibles desechados. Si bien estos biocombustibles reducen claramente las emisiones de CO2, actualmente son considerablemente más caros que el queroseno normal.
Antje Monshausen, del servicio de información Tourism Watch de la organización humanitaria alemana «Brot für die Welt», considera que los esfuerzos por contar con nuevos aviones que ahorren más combustible y el SAF no son suficiente.
«Al mismo tiempo comprobamos que todo lo que se ahorra queda anulado por el crecimiento del tráfico aéreo. Necesitamos soluciones tecnológicas y a su vez reducir los vuelos», añadió.
Según dijo, además del CO2, la formación de nubes debido a la aviación también contribuye considerablemente al cambio climático.
Por Friederike Marx y Christian Ebner (dpa)