(dpa) – Parecería que hay pocas razones para viajar a Trípoli. Cualquiera que llegue por la autopista desde el sur lo primero que verá serán humildes bloques de viviendas. Durante la guerra con Siria, los partidarios y los oponentes del presidente Assad se enfrentaron en el este de la ciudad y estallaron varias bombas.
Además del casco antiguo con sus populosos mercados, sus siglos de historia, el barrio portuario y, no menos importante, la utopía de un arquitecto mundialmente famoso, Mira Minkara es de todas formas una razón para visitar la segunda ciudad más grande del Líbano.
Mira, de 41 años, es desde hace varios años la única guía mujer de Trípoli.
La cosmopolita libanesa, de corazón abierto y con opinión formada, guía no solo a amigos y conocidos por su ciudad natal sino también a turistas. A veces guía a un grupo completo en autobús, otra veces prácticamente a nadie a lo largo de todo un mes, según sea la situación política.
«Es mi pasión, me encanta, pero no es fácil en un país como el nuestro», dice Mira durante un encuentro en la mezquita de Mansuri, en el centro histórico. Allí llama la atención con una bufanda colorida, chaqueta amarilla brillante, gafas de sol y el cabello suelto.
Mira habla con fluidez inglés, francés y árabe, ha estudiado turismo y vivió en el extranjero durante algún tiempo. Viene de una familia sunita, como la mayoría de los residentes de Trípoli, pero se describe a sí misma simplemente como una musulmana en el camino sufí.
Los sufíes son una corriente islámica espiritual de varios siglos de antigüedad. «Creo en el amor y la paz», dice Mira. Su lema: «Presta atención a tu ego antes de juzgar a los demás».
La mañana está fresca y clara, el amable portero abre excepcionalmente la puerta porque Mira conoce a todos aquí y permite entrar en el patio de la mezquita, que fue construida en el siglo XIII por los mamelucos y sirvió de lugar central para festivales y funerales.
«Trípoli es una de las ciudades más antiguas de la Edad Media, muy rica en historia», señala Mira.
Según la guía, el lugar está subvalorado pese a que tiene aún mucho potencial. «Además, la comida es más barata y mucho mejor que en Beirut», subraya.
Trípoli está ubicada a orillas del mar Mediterráneo, a unos 80 kilómetros al norte de Beirut. En comparación con Trípoli, la capital libanesa es joven.
En la costa, donde hoy se encuentra la ciudad hermana de Al Mina, los fenicios establecieron un primer centro comercial. Mercaderes de Sidón, Tiro y la actual isla de Aruad en Siria se establecieron allí. De allí proviene su nombre Trípoli, «tres ciudades».
Los persas conquistaron el Levante, luego llegaron los griegos y finalmente el Imperio Romano. La mayoría de los vestigios de esa época han sido robados, comenta Mira, o están enterrados.
Según relata, a veces se encuentran ruinas, pero de todas formas se construye sobre ellas. «Los negocios son más importantes que la historia, lo cual es una pena porque se pierde mucha información», lamenta.
Todo pueblo poderoso dejó huellas. Mira se refiere al minarete de la mezquita, que se dice que habría sido originalmente la torre de una iglesia cruzada. Los elementos florales de la entrada también son un indicio de esta teoría. Los primeros hombres entran en la mezquita para rezar y es hora de salir a pasear por la ciudad antigua.
Mira guía hacia las ruinas de los antiguos baños públicos de Hammam Al Nouri, que fueron construidos por los mamelucos.
El edificio alberga una antecámara para desvestirse, una sala de masajes y bajo la gran cúpula los restos de la fuente cuyo murmullo alguna vez proporcionó relajación. El suelo es de mármol para retener el calor, las paredes descascaradas son de un tono pálido.
Mira explica que estos baños eran un lugar de intercambio social. «Los hombres venían a averiguar qué novedades había, si el precio del oro o de la plata había subido o bajado y qué mercaderes había en la ciudad. También se planearon asesinatos aquí», relata.
Las mujeres también se reunían en ese lugar, ya que no podían ir a ningún otro lado.
«Llegaban con amigas, con niños y jóvenes hasta su pubertad», puntualiza. El hammam (baño árabe o turco) era también el lugar donde se buscaba a las potenciales novias. «Después de todo, ¿qué mejor lugar para eso que un lugar donde las mujeres andan por ahí medio desnudas?», señala la guía.
Casi todos los baños turcos públicos dejaron de funcionar en 1975, cuando estalló la guerra civil.
Para viajar al Líbano es necesario contar con una visa. Pero si en el pasaporte hay registro de un paso previo por Israel, la visita será denegada. Desde Beirut se puede llegar en autobús a Trípoli, en un viaje de dos horas.
Por Philipp Laage (dpa)