(dpa) – Pese a los gritos desaforados de Elmar, y por mucho que el motor aúlle, el Toyota Landcruiser de Lars solo avanza en marcha lenta. El pesado vehículo todoterreno está atascado hasta los cubos de las ruedas en un pozo de barro y sus gruesos neumáticos no tienen el agarre suficiente para superar la pendiente.
Sin embargo, Elmar y Lars no están dispuestos a rendirse. Después de media hora, el Toyota ha vencido el obstáculo, y tanto guía como conductor, uno cubierto de tierra y el otro empapado de sudor, están radiantes de felicidad.
Porque a eso han venido a esta región de llanuras circundante a la ciudad de Wolcz, en el noroeste polaco. Lidiar con el barro, superar obstáculos, trepar por acantilados, vadear arroyos y subir montañas de arena: «Queremos hacer todo aquello para lo que se construyeron los vehículos todoterreno», asevera Elmar.
Aunque hace tiempo que los SUV han conquistado la vida cotidiana de las familias y de los conductores habituales, hay una comunidad juramentada que, cuando se trata de vehículos todoterreno, piensa en África o en el Amazonas y no en el camino al trabajo o a las tiendas.
Casi una docena de estos aficionados a la adrenalina van ahora detrás de Elmar al volante de coches como el Mercedes Clase G, el Jeep Wrangler, el Mitsubishi Pajero, el Land Rover Defender o el Nissan Patrol y se abren paso entre los brezales de Pomerania Occidental. Para poder participar en esta aventura pagaron a la empresa organizadora, Abenteuer 4×4, algo menos de 1.000 euros (aproximadamente 1.300 dólares estadounidenses) por coche y equipo.
La agencia selecciona la ruta, contrata a los guías locales y, con entrenadores como Elmar, se asegura de que todos los participantes lleguen a la meta. «Por supuesto que siempre hay un rasguño en la pintura o un pequeño golpe en el guardabarros», señala Elmer. «Pero si estás en la carretera con el coche adecuado, puedes superar cualquier cosa”.
Y tener el coche adecuado tampoco es tan simple. Porque Elmar hace una distinción muy precisa entre un SUV y un todoterreno, y no quiere saber nada de superventas como un VW Tiguan o un Toyota RAV4. Así y todo, para estos utilitarios deportivos también ofrecen excursiones con algún que otro polvoriento camino de grava o tierra.
«Pero si quieres revolcarte en el barro, necesitas un auténtico vehículo todoterreno», asevera Elmar. Y «auténtico», para él, significa una buena tracción total, reducción de marchas y, en el mejor de los casos, incluso un poco más de distancia al suelo. «Y, por supuesto, los neumáticos adecuados».
Las carreteras accidentadas y cubiertas de lodo o tierra son un gran desafío incluso para la mejor tracción a las cuatro ruedas, explica el experto, por lo que se requieren al menos neumáticos con el sello de calidad «MT», que ofrecen una mejor tracción en los terrenos pantanosos que sirven de escenario para estos eventos.
Por la noche, alrededor de la hoguera, después de cenar y una vez montadas las tiendas de campaña, los participantes hablan de lo que les llevó al medio de la «pampa» polaca.
Entre ellos se encuentra Andreas, un vendedor de coches que preparó un legendario Puch especialmente para estas aventuras. Además, está Stefan, con un Jeep Wrangler adaptado para camping, que encuentra demasiado aburridas las parcelas convencionales a la orilla del lago.
Lars, por su parte, solo quería ver hasta dónde llegaba su pequeño Suzuki Jimny en comparación con los grandes del evento. Este aficionado apenas puede creer que él y su hija continúen participando inquebrantables en esta aventura.
Al igual que los coches, los participantes no podrían ser más diferentes. Pero todos persiguen el mismo sueño: atravesar algún día África como en la serie «Daktari» o recorrer el Amazonas como en el antiguo Camel Trophy, asevera Anna, empleada de marketing de coches eléctricos coreanos.
Tras cuatro días en caminos de tierra y suelos lodosos, ahora sentados mirando la hoguera, todos han aprendido lo mismo: «África está en todas partes y el Amazonas también pasa por el oeste polaco».
Porque, al parecer, son muchos los que tienen este sueño y no relacionan los vehículos todoterreno con aquellos utilitarios deportivos con ruedas blandas aparcados delante de complejos de oficinas y guarderías. Es para ellos que se ofrecen eventos como este: «Porque no hace falta ir a África si se quieren vivir aventuras fuera de la carretera», asevera Dag Rogge.
Este aventurero ya ha dirigido expediciones en vehículos todoterreno por todo el mundo y ha convertido una antigua gravera de Wülfrath, cerca de la ciudad de Düsseldorf, en el oeste alemán, en un parque de aventuras para conductores de vehículos todoterreno: «Hay suficientes regiones remotas, sobre todo en el este y el sureste de Europa, donde la red de carreteras es lo suficientemente aventurera para un vehículo todoterreno. Por no hablar de las pistas de montaña, los caminos de tierra y los senderos forestales: «Allí, la aventura suele empezar a la salida del pueblo».
En Alemania, en cambio, recomienda cautela y moderación: «Las normas son estrictas y las posibilidades muy limitadas», explica Rogge: «En estas latitudes, los campos, bosques y prados suelen estar vedados para los coches, y a los silvicultores o agricultores no les hace ninguna gracia (ver circular estos vehículos), y con razón».
Quien quiera dejar atrás el asfalto, puede utilizar terrenos privados como las graveras, las canteras o las antiguas zonas de entrenamiento militar adaptadas por Rogge, que ofrecen experiencias de día completo con el propio todoterreno por bastante menos de 100 euros. «Y, sobre todo, se puede practicar un poco y familiarizarse con el coche antes de emprender otras rutas», puntualiza Rogge.
Y un poco de práctica es fundamental, añade el guía Elmar, que, según el nivel de exigencia, no acepta novatos en absoluto. Al mismo tiempo, Rogge disipa los temores de los principiantes aclarando que, con un poco de visión, calma y paciencia, incluso los legos al volante pueden llegar sorprendentemente lejos fuera de la carretera.
Lo único importante, prosigue, es conducir siempre con cuidado y de forma muy constante para no perder nunca la tracción. Y, además: hacer caso a los guías, o al menos a los copilotos, que desde afuera ayudan a superar las pendientes y las crestas.
«El resto lo hace la tecnología», asegura Rogge: «Porque las prestaciones de los vehículos todoterreno, en particular de los modernos, superan a menudo las habilidades de los conductores”. El mejor ejemplo de ello es el Land Rover Defender, considerado por muchos como el epítome del vehículo de cuatro ruedas de aventura: el original no dejaba de ser una herramienta para profesionales que sabían cómo manejarlo. Su sucesor, presentado hace un año, es un ordenador sobre ruedas que funciona prácticamente sin intervención del conductor.
Nick Collins, ingeniero de la marca, explica que este vehículo no solo reconoce automáticamente el terreno por el que circula y ajusta la tracción total, los bloqueos o el control de tracción en consecuencia, sino que equipa incluso una especie de control de crucero todoterreno que permite al coche atravesar matorrales o maleza casi por sí mismo.
Aunque tampoco es infalible. Porque ni la mejor tecnología puede evitar que el Defender se atasque de vez en cuando durante su aventura en Polonia. «Pero eso es algo con lo que también hay que contar», señala Elmar, y apela al espíritu de equipo de los demás participantes para liberar el vehículo del terreno fangoso.
A estos no hay que pedírselo dos veces. Inmediatamente saltan al barro y comienzan a manipular la cuerda de remolque antes de que el piloto británico se haya detenido por completo. ¿Por qué, si no, habría atornillado Andreas un cabrestante a la parte delantera de su Puch verde oliva antes de emprender camino al evento?
Mientras uno de los participantes coordina el rescate, la cuerda se tensa, el cabrestante cruje y el Land Rover lucha por salir del barro salpicando enormes chorros de lodo hasta que el conductor vuelve a ser dueño de su propio destino. Mientras tanto, Elmar grita la orden que resuena como un grito de guerra entre la maleza: «¡Acelera, acelera!» Es que el siguiente pozo ya está esperando.
Por Thomas Geiger (dpa)