Múnich, 2 sep (dpa) – El centrocampista germano Paul Breitner cumple 70 años el 5 de septiembre y en su historial como jugador atesora un Mundial y una Eurocopa, pero pocos saben que durante 17 horas fue seleccionador de Alemania.
Al menos eso es lo que en 1998 el entonces todopoderoso presidente de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), Egidius Braun, decidió discretamente y discutió con el campeón del mundo de 1974 antes de que todo se fuera por la borda. La idea de Braun de confiar el más alto puesto de entrenador del fútbol alemán a Breitner fue tan espectacular como irracional.
Braun se dio cuenta de ello cuando leyó una entrevista posterior a su idea, en la que su recién elegido candidato anunciaba con el típico lenguaje llano: «Hay que acabar con las viejas costumbres en la DFB».
Braun, según la historia, llamó inmediatamente a Breitner: «Lo siento. No puedo contratar a alguien que exige mi dimisión». Su proyecto solo duró 17 horas y al seleccionador saliente, Berti Vogts, lo reemplazó Eich Ribbeck.
Así pues, la deslumbrante carrera futbolística de Breitner no se vio prolongada por un apasionante capítulo como entrenador. Sin embargo, más de 20 años después, este es solo un episodio en la vida del bávaro, que festejará su 70 cumpleaños con su mujer y sus hijos y sin grandes alardes.
«Celebro todos los cumpleaños de la misma manera porque no veo por qué un número redondo debería ser más importante que otro», dijo Breitner en una conversación telefónica. La afirmación es adecuada para alguien que siempre fue diferente, que se consideraba un rebelde como profesional, que leía el Libro Rojo de Mao y que se hacía fotografiar delante de una imagen del presidente chino.
Tras su carrera futbolística, Breitner fue un temido columnista que no perdonó a nadie. En 1988, por ejemplo, declaró que su antiguo colega del Bayern Múnich y posterior seleccionador, Franz Beckenbauer, era el «sepulturero» del fútbol alemán. Típico de él.
Una vez se caracterizó así: «Como futbolista profesional solo había una cosa que no podía hacer: mantener la boca cerrada y ser diplomático”. La imagen de Breitner como futbolista está grabada en la mente de todos los aficionados al fútbol: cabello despeinado, calcetines caídos y una mirada decidida.
«Siempre he jugado al fútbol para ganar», explicó Breitner. Como profesional, lo ganó prácticamente todo.
A los 18 años, firmó un contrato con el Bayern. Como entrenador, Udo Lattek lo reconvirtió en un nuevo tipo de defensa ofensivo. A los 19, Breitner ya era internacional, a los 20, campeón de Europa, a los 22, campeón del mundo. Todo ocurrió en sintonía con su mejor amigo de entonces, Uli Hoeness, que cumplirá 70 años de aquí a cuatro meses. En la actualidad, su relación es problemática.
El Breitner campeón del mundo fichó por el Real Madrid en 1974, donde había corrido poco, como cuenta en un documental de la emisora bávara BR. Junto con Günter Netzer se convirtió en campeón de España. También protagonizó un western titulado «Potato Fritz» en 1975. En 1977 fichó por el Eintracht Braunschweig y en 1978 regresó al Bayern.
En la selección alemana, Breitner es el único que ha marcado un gol en dos finales de la Copa del Mundo, en 1974 y 1982. Su gol más importante fue el penalti en la final contra Holanda en Múnich, donde Gerd Müller anotó el 2-1 tras el empate de Breitner. Ambos celebraron el título fumando gruesos puros.
Breitner visitó a su compañero Müller, que sufría demencia, en una residencia de ancianos hasta poco antes de su reciente muerte. «Las últimas semanas son imborrables», dijo Breitner en una entrevista concedida a «Sport Bild».
Él mismo está en plena forma, haciendo deporte varias veces a la semana. También se ocupa de sus compañeros. Junto con su novia de la juventud, Hildegard, con la que este año celebra sus bodas de oro, este padre de tres hijos es un activo voluntario de una inciativa que cada semana reparte alimentos a carenciados en Múnich.
Breitner reconoce que se alegra de haber crecido como futbolista en una época sin representantes, sin centros de formación de jóvenes y sin el «famoseo» actual, como declaró a dpa en 2019: «No quería que me doblegaran. No quería dar a nadie la oportunidad de manipularme. Pude actuar, pude moldearme. Hoy en día, sería uno como los demás: probablemente también estaría tatuado».
Por Klaus Bergmann (dpa)