(dpa) – En la escuela primaria, Shahab Gharib siempre terminaba sus tareas antes que los compañeros. «Por eso pasaba tanto tiempo en las bibliotecas», recuerda este adolescente de 13 años, nacido en una ciudad del sur de Alemania. Siendo aún pequeño se mudó con sus padres al estado de Florida, en la región meridional de Estados Unidos.
«Todos los días llegaba a casa y decía: ‘Hoy he leído tres libros, hoy he leído cuatro'». En primer grado se leyó todos los volúmenes de «Harry Potter».
«Cuando me dijo que quería leer mis libros, le contesté: ‘No puedes, eres demasiado pequeño, estos libros tienen un lenguaje secreto'», relata Bardia, el padre de Shahab.
«Claro que después aprendió a leer por sí mismo. Le enseñé algunos trucos para reconocer las letras, y unas semanas después comenzó a sacar los primeros libros de la estantería. Para entonces tenía unos tres años. No lo alenté, ni lo presioné; tampoco lo veía como algo especial. Porque si yo fuera futbolista y le hubiera dado lecciones de fútbol desde pequeño, también podría haber sido diestro con el balón, así que para mí era normal».
En cuarto grado, Shahab quedó entre los primeros mil candidatos en un examen estatal diseñado para niños que le doblaban la edad. «Ahí me di cuenta de que el niño era algo extraordinario», recuerda su padre. «Fue entonces cuando comenzamos a sentirnos realmente un poco orgullosos».
Shahab se cambió a una escuela para superdotados, completó todas sus asignaturas con las mejores notas, realizó cursos adicionales en línea y finalmente terminó el bachillerato el año pasado, con solo 12 años: una edad en la que otros niños ni siquiera han empezado la escuela secundaria.
A continuación, solicitó la admisión en numerosas universidades. Shahab, que cumplió 13 años en febrero, estudia ahora en la prestigiosa Universidad Pace, en la ciudad de Nueva York, siendo uno de los estudiantes más jóvenes en la historia de la institución.
El padre de Shahab explica que la edad de su hijo complicó mucho las solicitudes, entre otras cosas, porque con menos de 13 años ni siquiera se puede crear un perfil en Internet para las pruebas de admisión necesarias.
Varias universidades rechazaron la solicitud de Shahab, pero de la Universidad Pace llegó la respuesta positiva un día antes de Navidad. «Estábamos tan contentos que salimos a cenar para celebrarlo», relata Bardia Gharib.
«La directora encargada me dijo que tras leer mi solicitud había dicho enseguida ‘lo quiero’, y todavía ni siquiera había visto mi edad», relata Shahab Gharib.
Su padre añade: «Me pareció bien, porque quiero que tenga una oportunidad, no porque sea encantador y más joven, sino porque es bueno y porque está preparado para la universidad.»
Gracias a las numerosas becas que obtuvo Shahab, la universidad le cuesta a la familia solo unos cuantos miles de dólares al semestre. Con la institución se ha acordado que el padre acompañe a su hijo como una especie de supervisor y asuma responsabilidades legales.
La asignatura principal de Shahab es Historia, pero además toma cursos de Economía, Psicología, Egiptología y Poesía, entre otros. Algunos de estos tienen lugar de manera presencial en el edificio de la universidad en el sur de Manhattan, otros en su casa debido a la pandemia.
«Estoy disfrutando mucho», asevera Shahab, y asegura que, con sus compañeros, algunos de los cuales son mucho mayores, todo es «muy normal». Además, señala: «Y mis profesores son divertidos y saben de todo».
Los elogios también llegan desde la universidad: «Es un placer enseñar a Shahab», enfatiza el presidente de la Universidad Pace, Marvin Krislov, que ofrece un curso sobre educación pública en el que está inscrito Shahab.
«Es reflexivo, inteligente y muy aplicado. Es curioso intelectualmente y participa activamente en los debates de clase. Es un estudiante maravilloso».
Shahab tampoco puede explicar por qué es mucho más rápido académicamente que la mayoría de los otros niños: «Creo que gran parte es genética, simplemente tengo un padre y una madre inteligentes. Pero no sé, siempre me ha resultado fácil».
A la pregunta si hay algo en lo que no es tan bueno, responde: «No sé cantar una nota y no sé tocar un instrumento».
Para Bardia Gharib, que, en su ciudad natal, Bruchsal, solía dirigir un exitoso centro de boxeo, su hijo es simplemente un «niño absolutamente normal de 13 años con un don especial para aprender».
Y afirma: «Tiene talento para aprender, lee más rápido y puede recordar las cosas mejor que otros. Ni siquiera sé si puedo decir que es ambicioso. Pero lo que sí es verdad es que, si alguien le dice que algo no se puede hacer, no lo acepta».
Padre e hijo destacan el hecho de que a Shahab nunca se le exigió que dedicara todo su tiempo a estudiar.
«Cuando escucho eso me da gracia», señala el joven. «Cada vez que empezaba una clase, no paraba. Cuando hacía las tareas, me decía: ‘Voy a profundizar un poco más sobre este u otro tema’. Y luego venía mi padre y decía: ‘Sal, diviértete, no te quedes aquí sentado todo el día’. Así que fue exactamente al revés».
Lo que sí hicieron sus padres fue apoyarlo. Se mudaron de Florida a Nueva York en parte por él, para que pudiera ir a una buena universidad y tener un entorno más estimulante. La madre de Shahab encontró en la metrópoli un trabajo como enfermera.
Shahab aún no tiene claro lo que quiere ser de mayor: «Puedo imaginarme cualquier cosa. Puedo hacer cualquier cosa. Me puedo ver estudiando Derecho, pero creo que si conozco a un profesor que sea médico y me posibilite el acceso a una buena facultad de Medicina, entonces podría estudiar Medicina. Pero la verdad es que no puedo decirlo ahora mismo».
En primer lugar, tendría que hacer prácticas, dice el padre. «Y ahí la edad también es un problema. Muchas empresas lo rechazarán por su edad, pero tiene que probar distintas profesiones».
Shahab probablemente se graduará con una licenciatura en unos dos años, a la edad de 15 años. Cuando no está estudiando, le gusta jugar con Lego o Playmobil, hablar por teléfono con sus amigos de Florida o ver películas con sus padres. También suele ir con ellos al Museo Metropolitano, para el que tiene un pase anual, regalo de cuando se graduó de secundaria.
«Estamos muy orgullosos de él», dice Bardia, «pero también lo vemos como el pequeño bandido que es».
Por Christina Horsten (dpa)