(dpa) – Situada en el corazón de los Alpes italianos, Livigno es la localidad más septentrional de la región de Lombardía, en el norte de Italia.
Su territorio no solamente ofrece a los turistas una alternativa para practicar deportes de invierno, sino también para gozar de las ventajas de su condición de zona libre de impuestos sobre ciertos productos.
A sus habitantes no les gusta hablar de ello: «Tenemos mucho más que ofrecer que gasolina y cigarrillos», asevera Martina Bormolini, directora de Marketing de la Oficina de Turismo de Livigno.
Durante mucho tiempo, esta localidad fue muy pobre. «Vivíamos aislados del mundo exterior durante nueve de los doce meses del año. A veces, con temperaturas de 40 grados bajo cero», informa la experta en turismo.
En 1953 fue acondicionada, para su uso también en invierno, la carretera a Bormio, ciudad próxima con atractivos turísticos y hoteles: «Por lo menos despejaban el camino después de las nevadas».
Hoy en día se puede llegar a Livigno desde Suiza a través de un túnel de un solo carril, el Munt la Schera, de 3.385 metros de largo. El paso por el túnel es como atravesar una mina, pero el paisaje que se divisa una vez fuera de él es sobrecogedor: kilómetros de ondulada costa a lo largo del embalse del Lago Livigno.
Entre altas crestas aparecen poco después las primeras casas. El pueblo, de nueve kilómetros de longitud, no fue construido en círculo sino a lo largo.
Los primeros turistas llegaron a este pintoresco complejo turístico, situado a 1.816 metros de altura, en 1968. En realidad, no lo hicieron atraídos por la naturaleza, sino por la exención de impuestos, como confirma Bormolini. A partir de 1990 todo comenzó a cambiar lentamente, y el nuevo elemento distintivo pasó a ser el deporte.
El pueblo se promociona a sí mismo con condiciones óptimas para practicar deportes de invierno y con una amplia gama de actividades para deportistas recreativos y familias. En invierno, los turistas llegan en masa.
El verano, por otro lado, invita a disfrutar de la naturaleza y hacer largas caminatas solitarias. Livigno es, entre otras cosas, punto de partida de excursiones al Parque Nacional del Stelvio, uno de los más antiguos parques naturales de Italia.
El Valle delle Mina, un aislado valle con gastronomía rústica, es uno de los destinos preferidos. La caminata comienza en una pequeña iglesia en las afueras del pueblo y transcurre en subida por una pista de grava.
El sendero serpentea entre granjas dispersas, arroyos de agua cristalina, bosques de alerces, flores exuberantes, formaciones rocosas, puentes de madera y antiguas cabañas de pastores… el paisaje se vuelve cada vez más austero, pero no menos atractivo. De vez en cuando, el silencio es interrumpido por uno que otro ciclista que pasa a gran velocidad.
De repente, detrás de una curva, se divisa una pequeña cabaña. La Alpe Mine, a 2.192 metros de altura, está rodeada por una barrera contra avalanchas y yace solitaria en medio de altos picos.
Un par de bicicletas estacionadas, voces bajas. El restaurante Agriturismo Alpe Mine está muy concurrido. Ocho mesas de madera con bancos invitan a sentarse fuera; cuatro pequeños grupos de asientos en un área de juegos recuerdan que, incluso aquí, lejos de la civilización, los italianos nunca dejan de pensar en sus «bambini».
El menú del día llega a la mesa fragante y acompañado de una sonrisa. El ragú con pasta, una especie de salsa boloñesa, sabe delicioso y a vacaciones. La reducida carta también ofrece un plato con salame y queso local, polenta o ñoquis: cocina típica en medio de la nada.
Pamela Viviani, de 45 años, es coautora del libro de cocina «Leina da Saor» (Avalancha de sabor) y demuestra que en la pequeña localidad de Livigno, de tan solo 6.400 habitantes, no se quieren descuidar las tradiciones.
Mientras prepara unas deliciosas albóndigas, la cocinera y propietaria del restaurante habla sobre la elaborada creación del libro en italiano e inglés.
El título por sí solo es un homenaje creativo-pragmático a la vida en las montañas, que también incluye las avalanchas. «La vida aquí solía ser dura. No se trataba de vivir, sino de sobrevivir», explica Viviani. «Queríamos conservar y transmitir los platos tradicionales de la región».
El libro consta de recetas de más de 30 cocineros y pasteleros que recopilaron, a través de conversaciones, los recuerdos de la infancia de los ancianos de la aldea: escribiendo, cocinando, degustando.
«Más sal, más mantequilla, etc., hasta que el plato sabía igual que en los viejos tiempos», sonríe la italiana, y añade que, para muchos ancianos, fue muy emotivo poder volver a saborear sus recuerdos. Al final reunieron más de 100 recetas.
En el pasado no había muchos alimentos en la remota región de Livigno. «Pan, leche, harina, carne… se intercambiaba mucho. No había verduras ni frutas, solamente nabos», señala Viviani.
También por esa razón es notable la variedad de recetas que hay, tanto tradicionales como modernas. «He creado una versión gourmet de la clásica sopa de leche que me recuerda a mi abuela, con patatas fritas de ortiga y salsa de tomate».
Livigno quiere renovarse y al mismo tiempo mantener sus tradiciones. Su arquitectura está sujeta a estrictas normas: «No más de cuatro pisos, mucha piedra, mucha madera», precisa Bormolini.
Al comienzo de la caminata hacia el Valle de Federia se encuentra, a la derecha, la granja de Benedett Raisoni, un granjero de 73 años. Este techador jubilado saluda amistosamente desde el tejado de su vivienda, que por supuesto repara él mismo. Un poco más tarde, y una vez abajo, saluda a sus visitantes con un fuerte apretón de manos.
Luego Raisoni habla de las tormentas de verano, en las que «esta vez solo se cayó la mitad de un frontón al río», y se encoge de hombros. Las horas extras de trabajo no parecen asustarle.
Raisoni tiene un ambicioso proyecto: recultivar el centeno en el altiplano de Livigno. «Antes solía haber centeno en esta zona, hasta aproximadamente 1910», informa el agricultor aficionado.
En los últimos años ha probado varias semillas adaptadas a las condiciones climáticas extremas, ha visitado ferias y ha hablado con otros agricultores. Hasta que finalmente dio con las semillas austriacas.
«Buen crecimiento, mucho centeno», concluye Raisoni. En este caso, «mucho» es relativo: Los 100 kilogramos que logra cosechar se destinan a una panadería local, la Goloseria Galli, que ofrece su pan de centeno con el nombre «Benedett».
¿Vale la pena el esfuerzo? «Siempre me he preguntado si sería posible volver a cultivar centeno en esta zona. Ahora he encontrado la respuesta y eso me satisface», responde Raisoni, que en invierno hace queso, también en talleres para turistas. La leche de sus seis vacas va además a la lechería local.
Raisoni acomoda los tirantes de sus pantalones de trabajo; sus ojos azul-grisáceos parpadean brillantes bajo las tupidas cejas. «Alforfón», dice, señalando uno de sus campos cercanos. El trigo sarraceno es su próximo proyecto. «Ahora quiero plantar semillas de alforfón ruso».
A pocos minutos de la granja de Raisoni se encuentra otra atracción turística de la región: el Parque Larix.
Simone Nani, de 38 años, director del circuito de cuerdas altas, explica: «Después de la temporada hacemos el trabajo forestal; nuestra prioridad es proteger estos hermosos árboles viejos. Queremos divertirnos en la naturaleza sin dañarla».
El circuito tiene diferentes niveles de dificultad y es apto para todos: niños y adultos, aficionados y profesionales. Nani y sus colegas muestran la técnica correcta con ayuda de arneses, cuerdas y ganchos. Los cascos de seguridad de color rojo, amarillo y naranja destacan entre el verde de los árboles.
El pago se realiza al final, la distancia recorrida es monitorizada a través de un chip en el casco. «El que tiene miedo no debería pagar por adelantado», recomienda Nani.
El circuito de cuerdas altas es visitado todos los veranos por aproximadamente 10.000 personas. Según Nani, muchos regresan: «Para ver lo que tenemos de nuevo. Siempre estamos reconstruyendo y expandiendo». Un enfoque creativo que se puede encontrar en muchos lugares de Livigno.
Cuadro de información: Livigno
Cómo llegar: A Livigno se llega, por ejemplo, a través del túnel Munt la Schera, abierto todo el año y sujeto a peaje. A través del Passo del Foscagno se puede llegar a Livigno durante todo el año, el Passo Forcola solo está abierto las veinticuatro horas del día en verano. Una buena alternativa es el Túnel de la Vereina, un túnel ferroviario con servicio de transporte de coches.
Recomendación: En la lechería local, la Latteria di Livigno, se puede visitar el proceso de elaboración de la leche, probar el queso del valle y degustar deliciosos helados caseros. El restaurante adyacente ofrece una vista panorámica. Via Pemont, 911, 23030 Livigno. (www.latterialivigno.eu)
Información: Azienda di Promozione e Sviluppo Turistico di Livigno, Plaza Plachéda / via Saroch 1098, 23030 Livigno (SO), Italia (Tel.: 0039 0342/97 78 00, E-Mail: info@livigno.eu, www.livigno.eu).
Por Larissa Loges (dpa)