(dpa) – Gina Rühl se detiene de repente y hace una pausa. Observa un árbol grueso al costado de la calle. Es un día frío y soleado y se escucha a lo lejos la risa de un grupo de niños que juega en una plaza.
«Sí, es muy acorde», dice la joven de 22 años al observar el tronco del árbol que representa un momento en el que su vida cambió drásticamente. «Terminé envuelta en un árbol así», asegura.
Gina Rühl sufrió un grave accidente de moto como acompañante en 2019. Recuerda muy bien la fecha: 15 de septiembre de 2019. Su pelvis se fracturó de ambos lados, su pantorrilla derecha quedó completamente destrozada y perdió su brazo izquierdo. Hoy lleva una prótesis. Y puede que pronto sea «Miss Alemania».
La historia de esta estudiante alemana de la ciudad de Wuppertal probablemente no habría podido contarse hace 20 o 30 años. Algo que tiene que ver en gran medida con Rühl, y por otro lado también con que comenzó a gestarse un cambio en el antiguo bastión de los clichés sexistas, los concursos de belleza.
El modo en que se lleva a cabo «Miss Germany» cambió por completo en los últimos años. Ya no prevé que mujeres jóvenes se presenten ante un jurado mayormente masculino que luego sube o baja el pulgar en base a criterios exteriores. Ahora se trata de evaluar la autenticidad y la personalidad de las concursantes. El concepto de belleza encierra otros significados.
Gina Rühl logró ubicarse en el «top 22» del concurso «Miss Germany» de este año. La final se celebrará el 19 de febrero en el municipio alemán de Rust. Según cuenta la joven en un paseo invernal por la ciudad de Wuppertal, decidió presentarse cuando se dio cuenta de que ahora en el concurso se trata también de transmitir un mensaje. «Yo tengo un mensaje. Quiero decir algo con todo esto», afirma. Quiere demostrar que se puede vivir bien tras un golpe del destino.
Está activa en Instagram desde hace tiempo. Allí se llama «la princesa de un solo brazo». Rühl publica fotos con su muñón y de su prótesis, para la que ya eligió guantes con brillos. Antes del paseo, y desde el coche, subió una historia a Instagram. «Hola queridos, primero tengo que colocar el dispositivo», escribió, mostrando una pequeña pieza que pone en el volante para poder manejar.
En la actualidad, Rühl tiene más de 50.000 seguidores y muchos mensajes en su buzón. Señala que observó que puede ayudar a otros con su cuenta. «El accidente no fue en vano si puedo darle algo a otros y servir de modelo», dice. Afirma que a ella también le ayuda.
Aunque incluso poco después del accidente ya tuvo, al parecer, una compostura notable. Hoy en día aún se pregunta por qué fue así, ya que siempre había sido más bien hipersensible. «Apenas sufría un pequeño golpe sentía que el mundo se me venía abajo. Era muy quejosa», asegura.
Otra cosa que le parece muy paradójica es que se siente más segura de sí misma con un brazo que con dos. Probablemente porque ahora sabe que hay cosas más importantes en la vida que verse impecable en una foto, añade.
Su objetivo es lograr más visibilidad. Las publicidades en las que se ven personas con prótesis no forman parte del día a día en Alemania. Algunas empresas ya avanzaron en este tema, pero Rühl cree que en muchos casos no se trata más que de «diversity washing». Lo que significa que las publicidades comienzan a incluir cuerpos con distintas formas, que difieren del antiguo ideal de belleza, aunque en el fondo les importe más hacer una buena campaña que el verdadero reconocimiento de la diversidad.
Rühl no ve este riesgo en los organizadores de «Miss Germany». «Me quieren a mí. No tiene que ver con la prótesis», afirma.
Sin embargo, el interés en su historia es grande ya antes de la final del certamen. La estudiante está dando entrevistas por doquier. «Hace poco, en una entrevista, una mujer dijo: ‘¡me faltan manos, no tengo más lugar!'», cuenta. «Y yo le dije: ‘Sí, sé de qué habla'».
Por Jonas-Erik Schmidt (dpa)