Berlín, 3 dic (dpa) – Si las cosas van como se espera, Olaf Scholz se convertirá en el próximo canciller de Alemania. Pero quien quiera informarse acerca del nuevo jefe de Gobierno alemán buscará en vano.
El propio Olaf Scholz publicó en 2017 su manifiesto «Hoffnungsland» (País de la esperanza), pero no existen biografías sobre el político socialdemócrata.
Justo a tiempo para su asunción del mando, un periodista que conoce a Scholz mejor que la mayoría cubrió este vacío. Lars Haider es el jefe de redacción del periódico «Hamburger Abendblatts», que sigue siendo algo así como el periódico de cabecera del antiguo alcalde de la ciudad hanseática, aunque lleva mucho tiempo viviendo en Potsdam, muy cerca de Berlín.
En 200 páginas de fácil lectura, Haider consigue crear un retrato que ayuda a comprender mejor a Scholz, quien suele lucir reservado en público. La biografía sale a la venta en Alemania el lunes 6 de diciembre y será presentada por el autor junto al ex canciiller socialdemócrata Gerhard Schröder el jueves 9 en Berlín.
No es tanto un libro para los conocedores de la política de Berlín, que buscan detalles desconocidos de la vida de Scholz, de 63 años, sino una contundente narración acerca de cómo se convirtió, contra todo pronóstico, en el ganador de las elecciones y en el nuevo canciller.
Pero no cumple con «todas» las expectativas, y ahí es donde está el núcleo de la narración de Haider, porque el propio Scholz siempre estuvo convencido de que lo lograría.
Haider recuerda su propio asombro en 2018, cuando Scholz salió de su oficina tras una de sus muchas conversaciones: «Realmente cree que va a ser canciller».
Lo que el jefe de redacción interpretó entonces como un deseo del siempre sobrio Scholz, parece hoy más lógico cuando se hace una reflexión más profunda.
Es que Scholz ya había sufrido alguna vez todo lo que sucedió en los últimos dos años políticos, desde la experiencia de una muerte política inminente cuando perdió el poder del Partido Socialdemócrata (SPD) en Hamburgo en 2001, como la resurrección en esa ciudad con un triunfo electoral con mayoría absoluta en 2011.
Solo que ahora fue todo mucho más rápido. Fracasó en la elección para líder del SPD en 2019, pero un año después se convirtió en candidato y al año siguiente, en canciller de Alemania.
«Se siente como en 2011», reveló rápidamente un relajado Scholz a Haider meses antes de las elecciones parlamentarias de septiembre pasado.
«Olaf Scholz – Der Weg zur Macht» (Olaf Scholz – El camino al poder) acerca principalmente al político y su entorno. Su conocimiento detallado, su preparación perfeccionista, su estoicismo incluso tras derrotas como la de la lucha por la presidencia partidaria del SPD.
Scholz, según dice, «no se queja y no da explicaciones». Este también es el lema de la reina de Inglaterra, pero para un canciller, que ya está pensando en su reelección dentro de cuatro años, por supuesto no es suficiente.
Scholz tendrá que explicar su política. La Cancillería no es el Palacio de Buckingham, una Alemania alterada por el coronavirus tampoco es la sobria Hamburgo.
Pero mientras tanto sigue dejando que su confidente más cercano, Wolfgang Schmidt, dé la mayor parte de las explicaciones.
Schmidt trabaja tanto con periodistas como con amigos y enemigos del partido, es el sherpa de Scholz y, por lo tanto, ocupa mucho espacio en el libro de Haider. Pero nunca tanto como para que Scholz se ponga celoso, lo que explica la larga relación de confianza entre ambos políticos.
Solo la esposa de Scholz, Britta Ernst, entretanto ministra de Educación del SPD en Brandeburgo, tiene una influencia mayor aún. Schulz mantiene su relación, como todo lo privado, tan bajo siete llaves que surge la sospecha de que, para una pareja tan adicta al trabajo, éste representa casi toda su vida.
De esta forma, en el libro no se aprende nada que Scholz no quiera que se sepa.
El currículum vitae sigue siendo famoso por su escasez. Nació en Osnabrück, en el noroeste de Alemania, en el seno de una familia de clase media baja, fue bautizado en Hamburgo, tiene dos hermanos igualmente exitosos -uno jefe de una empresa informática, otro médico jefe-, fue portavoz estudiantil en un colegio en el distrito de Rahlstedt, al borde de Hamburgo, no tiene hijos.
También estuvo activo como abogado laboralista en Alemania del Este tras la caída del comunismo, ascendió de miembro de las Juventudes Socialistas a ministro de Finanzas, y mantuvo un piso de cuatro habitaciones en Hamburgo a pesar de haberse mudado.
Al menos queda claro lo que no le gusta a Scholz, los fanfarrones, los políticos poco fiables, los vacilantes, la palabrería. Prefiere hacer las cosas y así llevó a buen puerto el proyecto de la Filarmónica del Elba, que había sido desastroso hasta que él asumió el cargo en Hamburgo.
Y Haider elabora lo que a Scholz le resulta difícil: admitir los errores, como tras los disturbios durante la cumbre del G20 en Hamburgo o en varios escándalos financieros.
A pesar de la falta de anécdotas personales, el libro retrata con precisión el carácter de Scholz como político. Probablemente sea un hombre con pocos secretos, muy práctico y muy seguro de sí mismo. «Quien me pida liderazgo, lo obtendrá», este tipo de frases muestran ciertamente lo que los alemanes pueden esperar.
Su antecesora Angela Merkel comentó en alguna ocasión, sobre su propio estilo político falto de glamour, que el pueblo alemán no había votado «una modelo top sino una canciller». Scholz dice: «Quiero ser canciller, no director de circo». Se avecinan tiempos difíciles para el periodismo acostumbrado a los alertas en el teléfono celular.
Por Sven Gösmann (dpa)