Los animales y aves migratorias refinan su comportamiento a medida que envejecen, lo que sugiere que el aprendizaje experiencial es una parte importante de una migración exitosa.
Así se explica en una nueva investigación dirigida por científicos de la Universidad de Wyoming (Estados Unidos) y el Instituto Max Planck de Comportamiento Animal (Alemania), publicada este lunes en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’.
Si bien la genética y el comportamiento social son factores importantes que dan forma a las migraciones en animales, la información obtenida a través de la experiencia individual también parece ayudar a dar forma a los movimientos migratorios.
Los investigadores hicieron un seguimiento técnicamente sofisticado de más de 250 cigüeñas blancas repartidas en cinco zonas de reproducción repartidas entre el sur de Alemania y Austria entre 2013 y 2020.
Los datos de seguimiento recopilados por los investigadores no solo identificaron las rutas de migración de las cigüeñas, sino que también midieron el tiempo y el ritmo de las aves individuales, así como estimaron la cantidad de energía que utilizan esos animales mientras vuelan.
“MEMORIA ESPACIAL”
El equipo descubrió que, si bien las cigüeñas jóvenes se tomaban su tiempo para explorar nuevos lugares durante la migración, sus viajes eran más rápidos mientras envejecían.
«A medida que las aves envejecen y adquieren más experiencia, los individuos mayores dejan de explorar nuevos lugares y, en cambio, se mueven más rápida y directamente, lo que resulta en un mayor gasto de energía durante el vuelo migratorio», según Ellen Aikens, de la Facultad de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la Universidad de Washington (Estados Unidos).
Aikens subraya al respecto: «Durante la migración de primavera, los individuos innovaron en atajos novedosos durante la transición de la vida temprana a la edad adulta, lo que sugiere una dependencia de la memoria espacial adquirida a través del aprendizaje».
Según los investigadores, las cigüeñas individuales enderezaron gradualmente sus rutas migratorias para encontrar formas más directas de moverse entre destinos durante la migración de primavera a las zonas de reproducción y anidación de verano.
Los investigadores no descartan la importancia de la genética y la «información heredada culturalmente» en las migraciones animales, pero señalan que los nuevos hallazgos apuntan a la experiencia individual como otro factor clave.