(dpa) – Sentado en una banqueta y ligeramente inclinado, un hombre de barba gris le explica a la médica que tiene una tos muy fuerte y que expectora con sangre.
«Ha llegado el momento de usar una mascarilla», responde Christine Schmotzer, mientras mira al trasluz una radiografía de los pulmones de su paciente. «Hay sospecha de que padece una tuberculosis multirresistente» agrega la facultativa.
Acto seguido, el hombre es internado en el hospital de Rawalpindi, que se encuentra cerca de la capital paquistaní, Islamabad.
Para la doctora Schmotzer esto es cosa de todos los días. Desde hace 33 años la médica alemana, oriunda de la región sureña de Franconia, se dedica al tratamiento de la lepra, la tuberculosis y las enfermedades de la piel.
Al finalizar sus estudios universitarios en la ciudad de Heidelberg, en el sudoeste de Alemania, la especialista en ginecología continuó su formación en Etiopía.
Schmotzer ingresó de joven a la Hermandad de los Portadores de Cristo (Christusträger), por lo que trasladarse a Pakistán no le resultó una decisión difícil. Ella quería ayudar.
«Cuando una de las hermanas me pidió que viniera aquí, sabía que me iba a gustar», cuenta sonriente la doctora de 65 años.
El hospital de Rawalpindi, construido bajo la colonia británica, es un lugar de descanso para los enfermos. Tras el corto invierno, muchos pacientes están sentados al aire libre sobre alfombras extendidas a lo largo de un camino arbolado.
«Esto también reduce el riesgo de infección», señala Schmotzer, que aquí se llama «hermana Chris».
Dentro del jardín del hospital apenas se nota la ajetreada vida cotidiana de la polvorienta metrópoli paquistaní. Ni siquiera se oyen los constantes bocinazos de los coches y las motos.
El trabajo de la médica germana se extiende más allá de los muros del nosocomio, ya que también trabaja en consultorios externos y capacita a médicos jóvenes en todo el país.
Alrededor de 150.000 pacientes acuden cada año al hospital, que se financia principalmente con donaciones de la Asociación Alemana de Ayuda contra la Lepra y la Tuberculosis, de la organización católica germana de ayuda al desarrollo Misereor y de donantes locales.
Pocos años después de su llegada a Pakistán, Schmotzer se hizo cargo de la dirección del hospital. En la actualidad, cinco médicas y médicos tratan además de unos pocos casos de lepra, sobre todo a enfermos de tuberculosis y afecciones de la piel. También se incluye una clínica oftalmológica y visitas periódicas a las zonas rurales.
«La tuberculosis es un gran problema sanitario», señala la «hermana Chris», en alusión al Día Mundial de la Tuberculosis, que se celebró el 24 de marzo.
Según Schmotzer, es la enfermedad infecciosa que más muertes causa no solo en Pakistán, sino en todo el mundo, pese a que por lo general puede tratarse con éxito.
Aproximadamente una cuarta parte de la población mundial es portadora del patógeno, que suele atacar los pulmones y también otros órganos. Mientras que en muchas personas el sistema inmunitario puede controlar el germen, esta enfermedad altamente contagiosa se convierte en un peligro cuando está debilitado.
Alrededor de medio millón de personas en Pakistán contraen cada año tuberculosis. Esto se debe a múltiples razones.
«Siempre me sorprende que la tuberculosis siga siendo tan estigmatizada», resalta la médica y detalla que muchas familias aún excluyen a la persona que porta la enfermedad.
El estigma impide el diagnóstico. La gente duda porque no quiere revelar los síntomas típicos y a menudo prefiere ocultar la enfermedad dentro de la familia», destaca. Por ello, la médica también implica al entorno familiar en el tratamiento.
A ello se suman la pobreza extrema y el hacinamiento que favorecen la expansión de la infección bacteriana y una atención médica deficiente en muchas partes del país.
La República Islámica de Pakistán ha dado un salto importante en las últimas décadas. La esperanza de vida y la prosperidad han aumentado, aunque este progreso no incluye a todos los 220 millones de habitantes.
Pero ahora, la pandemia de coronavirus ha dejado a mucha gente sin trabajo, y cerca del 40 por ciento de los paquistaníes viven por debajo de la línea de pobreza.
El tratamiento de la tuberculosis es gratuito en el Estado del sur de Asia. El hospital de Rawalpindi solo pide una tarifa mínima, en parte, porque muchos pacientes son pobres.
El principal problema es que muchas personas que tienen tuberculosis también padecen otras enfermedades como la diabetes, cuyo tratamiento es caro en Pakistán.
La «hermana Chris» explica que la lepra y la tuberculosis son enfermedades que sufren sobre todo los pobres y detalla que muchos pacientes llegan desnutridos. «Les damos dos comidas extra al día, porque cuando recuperan las fuerzas y se sienten mejor también se alegra la familia», comenta.
Schmotzer está segura de que el éxito del tratamiento ayuda a generar más confianza. «Y eso es lo que a mí realmente me hace feliz. Cuando veo que los mismos pacientes promocionan el tratamiento».
El ala para pacientes altamente contagiosos con tuberculosis multirresistente, que cuenta con cien camas, se encuentra en la parte trasera del complejo hospitalario, junto a los árboles y el campo. Incluso los médicos, pese a llevar máscaras de protección, examinan a los pacientes únicamente al aire libre.
Los pacientes con gérmenes resistentes son una gran preocupación para los médicos en Pakistán. Una de las razones que provoca tal resistencia es la mala calidad de las pastillas contra la tuberculosis.
Los pacientes permanecen hospitalizados un promedio de dos meses, según explica la especialista alemana. Luego, por lo general, dejan de ser contagiosos y acuden regularmente al hospital para recoger su medicación.
Estos remedios se deben tomar por más de un año. Sin embargo, las terapias, cuyos fármacos al principio suelen generar efectos secundarios desagradables, no siempre se cumplen hasta el final. Eso conlleva a que algunos pacientes se vuelvan a enfermar.
La «hermana Chris», que a lo largo de varias décadas ayudó a centenares de personas, cuenta que su fe cristiana rige su vida. La médica vive en una comunidad con otras dos mujeres de la Hermandad Portadores de Cristo.
La asociación civil sin fines de lucro fue fundada en 1973 por hermanas alemanas con el propósito de llevar el Evangelio y brindar ayuda social y de salud donde se necesite.
«Cuando estás en otro país o cultura tienes que tener la mente abierta y ver las cosas como son», recalca la doctora, que domina perfectamente la lengua local, el urdu. «Por otro lado, también hay que ser consciente de las propias raíces y las propias condiciones de vida», precisa.
Pakistán es de mayoría musulmana y los cristianos paquistaníes son una minoría a menudo olvidada.
La médica, que viaja todos los años a Alemania, remarca que por ahora no piensa dejar su trabajo en Pakistán. «Una de las grandes fortalezas de este país es la cortesía y la hospitalidad de la gente», afirma.
«Todos experimentan situaciones en que las cosas no salen como uno quisiera. Pero tal vez, al día siguiente o después de una semana, siempre hay algo que me hace pensar: bueno, está bien, sigamos adelante».
Christine Schmotzer recibió en diciembre de 2020 la Cruz de la Orden del Mérito de la República Federal Alemana por su fuerte compromiso social.
Por Arne Bänsch (dpa)