La banquera de inversión y exvicepresidenta de J.P Morgan para Latinoamérica Susana de la Puente examina cómo el diseño tributario condiciona la capacidad de los emprendedores jóvenes para iniciar y sostener sus proyectos, y cómo ciertos incentivos pueden convertir las cargas fiscales en motores de innovación y crecimiento.

El emprendimiento juvenil es clave para la competitividad futura de cualquier economía. Sin embargo, el contexto en el que nacen estos proyectos define su margen de consolidación. Entre los factores más decisivos se encuentra la fiscalidad, que puede funcionar como un acelerador del crecimiento o convertirse en un freno en fases críticas.
Para muchos jóvenes, la obligación de cumplir con impuestos desde el inicio se transforma en un desafío estructural: sus ingresos son inciertos y su margen financiero reducido, señala Susana de la Puente. Este desajuste compromete la estabilidad de los proyectosy afecta al ecosistema emprendedor, restando innovación, talento y empleo. En un entorno que impulsa la creación de empresas, resulta contradictorio que quienes comienzan tengan que enfrentarse a un sistema pensado para negocios ya consolidados.
Factores fiscales que determinan la viabilidad inicial
En las primeras etapas, cada recurso cuenta. Los emprendedores jóvenes operan en un escenario donde cualquier decisión financiera afecta la supervivencia del negocio. En este contexto, la presión tributaria puede condicionar la estrategia de inversión y limitar el crecimiento orgánico.
Cumplir con obligaciones como impuestos sobre la renta, sociedades o cuotas sociales desde los primeros meses es complejo. Los ingresos son bajos y el flujo de caja inestable. La presión fiscal reduce la liquidez destinada a reinvertir, innovar o contratar talento y eleva el riesgo de fracaso temprano, lo que debilita la percepción del emprendimiento como camino viable.
Además, esta carga inicial introduce complejidad administrativa que exige conocimientos especializados o asesoría externa, encareciendo los costes operativos. Desde la mirada de los inversores, estos factores aumentan el riesgo percibido y dificultan el acceso a crédito o capital.
Susana de la Puente subraya que este diseño fiscal actúa como filtro: solo los proyectos con mayor resiliencia o apoyo externo logran avanzar, mientras que iniciativas con potencial quedan rezagadas o se detienen.
Medidas tributarias que facilitan la competitividad empresarial
Aplicados con inteligencia, los incentivos tributarios alivian la presión financiera y permiten dirigir recursos hacia actividades de mayor valor, impulsando creatividad y crecimiento sostenible.
Entre las herramientas más útiles se encuentran las deducciones por inversión en I+D, las bonificaciones para contratación de talento joven y los regímenes especiales para startups que reducen temporalmente la carga fiscal. Estas medidas aumentan la liquidez y disminuyen el riesgo percibido por los inversores, facilitando el acceso a capital. El Reino Unido, por ejemplo, destaca por un sistema favorable a la inversión en startups.
Un marco de incentivos bien diseñado genera efectos multiplicadores: diversifica el ecosistema, impulsa soluciones tecnológicas y fomenta la internacionalización. Esto contribuye a un tejido más competitivo y adaptable. Para Susana de la Puente, este tipo de políticas ofrece a los jóvenes un entorno en el que transformar ideas en proyectos escalables.
Estudio comparado de fiscalidad internacional por Susana de la Puente
Los sistemas tributarios para emprendedores jóvenes varían ampliamente entre países. En Europa, Reino Unido destaca con esquemas que favorecen la inversión en innovación y capital semilla, mientras que Francia combina ayudas directas con regímenes especiales como la Jeune Entreprise Innovante, que reduce cargas sociales y otorga créditos fiscales, explica la banquera.
En España, aunque existen medidas como la Ley de Startups, los incentivos siguen siendo limitados y dispersos, con condiciones que dificultan su aplicación efectiva. Esto afecta la atracción de inversión y la consolidación de proyectos en fases iniciales.
Fuera de Europa, Estados Unidos sobresale por su flexibilidad normativa y por deducciones orientadas a la inversión en I+D. Programas como el SBIR ofrecen recursos no reembolsables, aunque requieren capacidades administrativas que pueden resultar complejas para emprendedores jóvenes, apunta Susana de la Puente.
En América Latina, países como República Dominicana y Chile avanzan con incentivos fiscales que apoyan la formalización y el crecimiento de startups, buscando reducir barreras y facilitar la expansión internacional.
En conjunto, los países que equilibran incentivos tributarios, acceso a capital, formación y simplificación administrativa construyen entornos más favorables para que los jóvenes emprendedores desarrollen y escalen sus proyectos.
Los jóvenes se encuentran en un punto vulnerable: deben cumplir obligaciones fiscales en una etapa de ingresos inestables y recursos limitados. Esto puede definir la viabilidad de sus proyectos y su percepción del emprendimiento, concluye Susana de la Puente.