Coblenza/Magdeburgo (Alemania), 14 ago (dpa) – En el extremo sur de la isla renana de Niederwerth, cerca de la ciudad de Coblenza, se secó una enorme zona de grava. El profesor de zoología Jochen Koop se agacha en la orilla y recoge almejas.
Algunas están vivas, otras ya murieron. El bajo caudal de agua, recalentada por el sol y con menos oxígeno disuelto, les dificultó el metabolismo, según explica el biólogo del Instituto Federal de Hidrología (BfG) de Coblenza.
«La temperatura aquí en la parte baja es como la de una bañera», afirma.
Las aguas extremadamente bajas de muchos ríos de Alemania no solo le están complicando las cosas a los barcos que los transitan. La naturaleza también sufre.
En el caluroso verano de 2003 ya murieron peces y moluscos en los ríos alemanes. «Aparecieron unas 50.000 anguilas en todo el Rin», dice Koop.
Menos agua, por momentos más corriente, una mayor temperatura del agua, menor concentración de oxígeno: todo esto hace que respirar y moverse les demande mucha más energía a los animales y no puedan absorber la suficiente. Como se debilitan, son más susceptibles a las enfermedades.
«También en 2006 y 2007 hubo rachas de calor en el Rin, pero no tantas mareas bajas al mismo tiempo», recuerda el biólogo. Afirma que eso fue menos dramático para los animales. «Pero ahora en 2022 estamos de nuevo en camino a que mueran peces», afirma Koop. Añade que si no llueve pronto de forma más prolongada y el nivel de los ríos sigue bajando, se podría alcanzar «un punto de inflexión» a finales de agosto o principios de septiembre.
La ciudad de Düsseldorf informa que si bien la temperatura del agua en el Rin sigue estando aquí aún por debajo del umbral crítico de 26 grados Celsius durante un tiempo prolongado, el recalentamiento del agua disminuye la capacidad de fijación del oxígeno en ella. Por otra parte, el nivel más bajo de agua hace que los peces se adentren más en el río, donde deben esquivar a los barcos. Todo esto los estresa.
Karsten Rinke, jefe del departamento de investigación de Lagos del Centro Helmholtz de Investigación Medioambiental (UFZ) de Magdeburgo, también explica: «Con aguas bajas, la proporción de aguas residuales tratadas en la corriente es siempre mayor. En el Rin, el Elba y el Óder, en algunos tramos esto puede suponer más del 40 por ciento del caudal en condiciones de sequía».
Esto aumenta la concentración de contaminantes y nutrientes en el agua y puede «conducir también a una acumulación de contaminantes en los organismos, que en el caso de los peces puede llegar a la alimentación humana», añade.
Según Rinke, un mayor calentamiento de las aguas durante la marea baja también puede generar la aparición de zonas sin oxígeno, por ejemplo en el fondo del río. «Esto hace que las zonas afectadas se pierdan como hábitat de peces, mejillones, insectos, etcétera. Mientras que los peces pueden desplazarse a otras zonas del agua si es necesario, no ocurre lo mismo con las almejas», explica el biólogo doctorado, quien aclara que estas pueden morir.
Al mismo tiempo, señala que puede suceder que lleguen otros animales de zonas más cálidas. Actualmente ya se encuentra extendido en los ríos alemanes el gobio del Mar Negro, que lleva el nombre de su lugar de origen. «Esto aumentará mucho en el futuro y hará que las comunidades de especies se modifiquen fuertemente», prevé Rinke.
Por Jens Albes (dpa)