(dpa) – Incorporar los talentos propios, realizar las tareas con gusto y lograr un buen balance entre el trabajo y la vida personal: así es para muchos el empleo ideal. Pero a menudo no es así y se da lo contrario. Más de uno está frustrado e insatisfecho con el trabajo y siente de repente la necesidad de simplemente renunciar, porque cree que ya nada puede ser peor.
Pero, ¿está bien seguir ese impulso y tirar la toalla de un momento al otro? En la mayoría de los casos, no. «No hay que precipitarse», aconseja Ute Gietzen-Wieland, asesora empresarial en la ciudad alemana de Bielefeld.
La misma opinión tiene la asesora profesional Ragnhild Struss, de la ciudad de Hamburgo: «Quien esté insatisfecho o frustrado en el trabajo debería evaluar bien a qué se debe». ¿Qué es lo negativo en el puesto de trabajo? ¿No existe la posibilidad de ejercer uno mismo una influencia positiva sobre ello? Esas deberían ser preguntas importantes que plantearse.
Porque aquellos que se apresuren a renunciar sin un análisis de situación preciso en relación a la propia persona corren el riesgo de sentirse pronto insatisfechos también en un nuevo puesto de trabajo. «Lo importante es ser consciente de que uno no está en una situación de víctima, sino que realmente tiene en sus propias manos una gran parte de la gestión activa y cotidiana del trabajo», dice Struss.
Un ejemplo: un empleado sufre el hecho de que no puede irse a casa a la hora convenida porque tiene demasiado trabajo e incluso tiene que trabajar en el fin de semana. Pero al analizar las causas, se da cuenta de que le cuesta decir que no en el momento cuando se reparten las tareas. «Esa es una situación que tras una renuncia se presenta rápidamente otra vez en un nuevo trabajo y genera frustración», señala Struss.
La solución en este caso es no decir que sí espontáneamente, sino primero analizar si uno dispone del tiempo necesario para realizar determinadas tareas y, en caso de vislumbrar una sobrecarga de trabajo, hacérselo saber a un superior.
Otro ejemplo: un empleado no se entiende bien con los colegas o le parece que el clima en el trabajo no es bueno. «Aquí muchas veces puede ayudar hablar abiertamente», dice Struss. Es decir, buscar el diálogo con los colegas, describir sin culpar a nadie y desde la perspectiva propia cómo se está percibiendo la situación y juntos buscar soluciones, ver si se pueden modificar algunas cosas.
Uno debería tomarse el tiempo suficiente para el análisis de la situación y hacerlo de la manera más estructurada y analítica posible. Aquí corresponde la pregunta: ¿estoy realmente en la posición adecuada?
«Más de uno, por ejemplo, no lleva bien lo de ser jefe, mientras que otros preferirían estar más arriba en la jerarquía», señala Gietzen-Wieland. También sobre eso deberían hablar los afectados.
Asimismo puede ser que los contenidos del trabajo no sean del gusto de uno, ya sea porque las exigencias sean demasiado altas o demasiado bajas. También en esos casos es importante comunicarlo.
¿O es el salario el que genera disconformidad? «Entonces es bueno encarar, con una buena preparación, un diálogo con un superior y ofrecer buenos argumentos de por qué estaría justificado un aumento», acota Gietzen-Wieland.
También son parte del análisis de la situación las siguientes preguntas: ¿qué capacidades y fortalezas tengo? ¿Qué me genera alegría en la jornada laboral? ¿Dónde hay obstáculos, por ejemplo, en forma de miedos?
«De todo eso hay que elaborar una visión propia», dice Struss. Una visión de cómo debería ser el trabajo ideal. También hay que incluir si a uno le gusta trabajar solo o en equipo, si prefiere hacerlo desde casa o en la oficina. Una vez que uno tiene en claro esa visión, se trata de implementarla.
¿Cuándo tiene sentido renunciar? Muchas veces ayuda hablar con la pareja o los amigos sobre la insatisfacción en el trabajo. Pero a menudo también es útil el apoyo o asesoramiento profesional de un coach. «Una perspectiva exterior es casi siempre buena, porque muchos modelos de comportamiento en el ámbito laboral se producen de forma inconsciente», indica Struss.
Si en el puesto de trabajo no se puede modificar nada, por las razones que sean, o los valores de una empresa no coinciden con los de uno, entonces la renuncia puede ser el paso correcto. Claro que «renunciar precipitadamente, sin tener un trabajo nuevo, es en general una mala idea», apunta Gietzen-Wieland.
Hay, sin embargo, casos en los que la persona sufre de tal forma, tanto física como anímicamente, en su jornada laboral que es preferible que salga del trabajo lo antes posible.
«Entonces es conveniente pedir ayuda médica, pedir una baja y así poder tomarse un tiempo de calma para pensar con distancia», dice Gietzen-Wieland. En ese tiempo, se puede reunir fuerzas y luego llevar a cabo el tan necesario proceso de transformación laboral.
Por Sabine Meuter (dpa)