Jena (Alemania), 19 jun (dpa) – Quien asocie la arqueología únicamente con excavaciones y espectaculares hallazgos de momias podría sentirse inicialmente un poco desilusionado al observar el puesto de trabajo de Barbara Huber, investigadora del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana.
Se trata de un laboratorio en Jena, en el este de Alemania, donde la científica está rodeada de frascos pequeños, centrifugadoras, algunos aparatos de mayor tamaño y monitores. Un pequeño fragmento de arcilla es lo único que, a primera vista, recuerda a las excavaciones y a las culturas del pasado.
¿Qué mezclaban los antiguos egipcios en sus perfumes? ¿Qué olores predominaban en el Barroco? ¿Alguien quemó incienso en la vasija cuyo fragmento se encuentra en el laboratorio de Huber?
Lo que interesa a esta científica se convirtió durante los últimos años en una nueva línea de investigación en toda Europa, ya que, con la ayuda de nuevas tecnologías, químicos y arqueólogos no solo pueden recrear aromas y olores del pasado, sino también revivirlos.
El procedimiento fue recientemente difundido por Huber y otros colegas en la revista especializada «Nature Human Behaviour»: se toman pruebas de los hallazgos arqueológicos, como el fragmento de la vasija del incienso.
A continuación, se colocan en diferentes disolventes, con lo que se pueden extraer las biomoléculas de las antiguas sustancias. Al girar rápidamente la mezcla de la muestra, los residuos de arcilla pueden separarse de las biomoléculas de las sustancias orgánicas. Lo que queda es un líquido que se sigue analizando posteriormente con diversos dispositivos.
«Entonces obtenemos una composición de todas las moléculas -la llamada huella química de las antiguas fragancias- y podemos determinar en qué sustancias se encuentran estas moléculas», explica Huber.
La experta detalla que esto no solo permite determinar si el incienso se quemó realmente en el recipiente del que procede el fragmento. También es posible crear una lista de sustancias con la ayuda de las cuales se podría reconstruir dicho olor.
De esta manera, puede reconstruirse la composición de un perfume del antiguo Egipto. También es posible rastrear las rutas comerciales de las antiguas sustancias, explica Huber. Por ejemplo, es posible determinar si los aromas y las especias solo se encontraban en la zona o se importaban de regiones extranjeras.
Pero, además, ¿cómo olía el pasado? Investigadores de diferentes disciplinas de toda Europa también se reunieron para encontrar una respuesta.
El proyecto «Odeuropa», financiado por la Unión Europea, pretende crear algo así como una enciclopedia de los olores. A partir de imágenes, textos y objetos de cuatro siglos, los científicos quieren averiguar cómo se expresaba el aroma en las distintas lenguas y con qué lugares se asociaba.
Tanto las imágenes como en textos centenarios contienen muchas referencias a productos, alimentos, plantas y escenarios, apunta Andrea Büttner, que trabaja en el equipo alemán de «Odeuropa» y dirige de la cátedra de Investigación Aromática y Olfativa de la Universidad Friedrich Alexander de Erlangen-Núremberg.
Büttner puntualiza que el ambiente relacionado con los olores cambió a lo largo de los siglos, principalmente por la higiene. Por ejemplo, todo diferente «si ya no viven animales en la misma casa. Además, tiene una influencia drástica si se tiene materia fecal delante de la puerta o no».
Según señala Büttner, a la vez que se perdieron muchos aromas naturales con el paso del tiempo, se generaron otros olores de origen industrial.
«Si actualmente una persona de hace 500 años caminara por una ciudad europea, con todo el tránsito vehicular, bien podría pasar que esa persona no pudiera tolerar esos olores», pone como ejemplo. En definitiva, concluye esta investigadora, todo es cuestión de lo que a uno está acostumbrado.
Por David Hutzler (dpa)