Berlín, 31 oct (dpa) – Lo que para otros partidos es casi normal, es una pequeña revolución para la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller alemana saliente, Angela Merkel.
Por primera vez en su historia, los cerca de 400.000 afiliados y no los 1.001 delegados a un congreso partidario decidirán quién será su nuevo líder.
«Hoy es un buen día y hoy es el primer día de la renovación de la CDU», dijo con optimismo el secretario general Paul Ziemiak al anunciar los resultados de una conferencia de delegados de distrito que duró unas cuatro horas el sábado.
Los democristianos y sus socios bávaros de la Unión Social Cristiana (CSU) cosecharon el peor resultado histórico en las elecciones generales del 26 de septiembre, un 24,1 por ciento que sacudió a la CDU hasta sus cimientos.
Esta sacudida fue probablemente necesaria para que se diera cuenta de que no se puede seguir como hasta ahora. «La CDU tiene simplemente una mentalidad de funcionario. Probablemente, primero tenía que derrumbarse», opina el dirigente de la sección juvenil Finn Werner.
Werner desplegó junto con otros miembros de la Juventud Demócrata Cristiana una pancarta con la inscripción «¡Que decidan los miembros de la CDU ya!» frente al hotel de Berlín donde tuvo lugar la conferencia.
Los jóvenes militantes resumían el sentir de muchos democristianos, algo que quedó demostrado durante la cita. Los participantes calificaron el debate presidido por el líder del partido y candidato a la cancillería, Armin Laschet, de abierto, objetivo y justo y comentaron que algunos tuvieron que «vomitar» su frustración.
Un vistazo a la historia de la CDU muestra dónde radica el problema: 14 años de gobierno de Konrad Adenauer, 16 años de Helmut Kohl y otros 16 años de Angela Merkel han convertido a los conservadores en un «club de elección de cancilleres».
Durante años, el partido fue percibido por la población esencialmente por la gestión de gobierno y no por sus ideas. Para no apuñalar por la espalda a su propio correligionario o correligionaria en la Cancillería, las bases aceptaron a regañadientes muchas decisiones percibidas como erróneas.
Esto funcionó bien mientras se ganaron las elecciones.
«Debido a la participación en el gobierno, hubo un nivel relativamente alto de disciplina en el partido», comenta Claus Christian Kühne, dirigente de un distrito de la CDU en el estado de Sajonia-Anhalt. «Naturalmente, se van acumulando muchas cosas».
Eso es lo que ahora está estallando. Muchos en la CDU consideran que la elección de Laschet como presidente del partido y su posterior proclamación como candidato a canciller fue una decisión tomada sin tener en cuenta a las bases. La demanda de que ahora sean los afiliados los que decidan es una consecuencia lógica.
El secretario general Ziemiak se enfrenta a la difícil tarea de organizar la elección en poco tiempo. ¿Voto por correo, en línea, voto en urna clásico o una combinación de estos?
«Para mí, como ciudadano de Renania del Norte-Westfalia, es importante que vaya rápido», urge Matthias Kerkhoff, representante de un distrito del oeste alemán.
Es comprensible que Kerkhoff apueste por la velocidad. El 15 de mayo se elegirá un nuevo Parlamento regional en Renania del Norte-Westfalia. Una semana antes se votará en Schleswig-Holstein y el 27 de marzo en el Sarre. Tres estados en los que el primer ministro es de la CDU.
Para algunos conservadores no basta con que los afiliados elijan al presidente. «Necesitamos otros formatos de participación», apremia la dirigente Lucia Puttrich. «El reto es convertirnos en un verdadero partido participativo», sostiene su colega Tobias Krull.
Un desafío aún mayor para la CDU es volver a afinar su programa. No se trata solo de reposicionar el partido en términos de personal, subraya en Berlín el titular de la CDU de Baja Sajonia, Bernd Althusmann.
«Es igual de importante que nos aseguremos de cuál es nuestra posición, qué es lo que nos mantiene unidos, es decir, el debate sobre los contenidos, que puede haberse quedado un poco corto en los últimos años debido a la participación en el gobierno».
Por Ulrich Steinkohl (dpa)